Los avestruces formaron parte de los espectáculos romanos, desde el siglo III a.C. Al principio se utilizaron en exhibiciones públicas de animales exóticos para, con el tiempo, formar parte de las venationes, especialmente en plena época imperial.
El emperador Cómodo se hizo famoso por su participación activa en este tipo de espectáculos. Parece ser que para hacer frente a la enrome rapidez de los avestruces y para aumentar la diversión, Cómodo inventó una nueva punta de flecha con forma de media luna. Así podía decapitar a los avestruces en plena carrera y éstos podían seguir corriendo, descabezados, por la arena.
Los cocodrilos, como los tigres, aparecieron en los escenarios romanos por primera vez en época republicana, durante el Triunvirato de Julio César, Pompeyo y Craso. Antes de llegar a la arena, Marcus Scaurus, un magistrado romano, ya había exhibido cinco cocodrilos en una piscina que había mandado construir para la ocasión.
Los cocodrilos provenían de Egipto y, por tanto, César los utilizó como demostración pública de su conquista del país.
Augusto exhibió 36 cocodrilos, por primera vez, en una lucha acuática en el año 2 a.C., cuando inundó el Circo Flaminio.
Desde las primeras venationes republicanas, los elefantes estuvieron casi siempre presentes en el circo y, en varias ocasiones llegaron a ser los auténticos protagonistas del espectáculo. En el año 55 a.C., como parte de su campaña política y propagandística contra el creciente poder de Julio César, Pompeyo presentó un combate con 20 elefantes, 410 leopardos y 500 leones. Sin embargo, la matanza de elefantes por parte de los cazadores norteafricanos, que Pompeyo había incluido en el acto, encendió la ira del público. La gente clamaba al ver a los elefantes indefensos, con sus trompas alzadas hacia el cielo, como pidiendo clemencia.
En época de Augusto, Germánico -padre de Calígula- sufragó un espectáculo en el que varios elefantes habían sido adiestrados para realizar diferentes trucos sobre la arena del Teatro Marcelo. Parece que los elefantes realizaron trucos acrobáticos entre los que se contaba andar por la cuerda floja.
Las peleas de gallos fueron uno de los espectáculos más populares entre los hombres de la antigua Grecia. Fueron especialmente importantes en Atenas, donde hay constancia de que se celebraron espectáculos públicos, sufragados por el Estado.
La fiereza y violencia de los gallos que luchaban hasta la muerte, se asoció al dios Ares y a la diosa Atenea, junto a los que solían aparecer frecuentemente representados. Por extensión, los gallos estuvieron muy ligados al mundo militar, ya que ambas divinidades personificaban distintos conceptos relacionados con la guerra y el combate. Los soldados, veían en las peleas una forma de entrenamiento militar y los altos mandos del ejército animaban a sus subordinados a contemplar los combates, para aprender de los animales a comportarse en el campo de batalla.
Para los antiguos griegos, la cresta del gallo se asemejaba a la cimera de los cascos y los espolones -que se solían reforzar con puntas metálicas- a las lanzas. Además, al igual que los soldados, el vencedor recibía todos los honores, mientras el perdedor, si sobrevivía, quedaba completamente humillado.
Los hipopótamos llegaron a los espectáculos romanos junto a los cocodrilos. Sirvieron para escenificar la conquista de Julio César de Egipto y la derrota de Pompeyo. Poco después, Augusto, el primer emperador los volvió a presentar en un contexto político, para anunciar su victoria sobre Marco Antonio y Cleopatra y su conquista de Egipto.
Los jabalís, como otros herbívoros, fueron más frecuentes en las venationes de final de la época imperial, cuando los animales exóticos pasaron a un segundo plano. Curiosamente, estos peligrosos animales formaron parte de los escasos espectáculos protagonizados por mujeres gladiadoras.
Aunque fueron muy pocas y no estuvieron muy bien consideradas, existieron mujeres gladiadoras. Se consideraba que eran más apropiadas para luchar como venatores que en combate armado contra otros gladiadores. Sus presas solían ser los jabalís.
El poco aprecio que se sentía por estas mujeres se refleja en un pasaje del escritor romano Juvenal en el que satiriza a Mevia, una gladiadora que, vestida como una amazona, con un pecho desnudo, da muerte a un jabalí.
Las jirafas fueron presentadas por vez primera, en Roma, en los juegos triunfales de César en el año 46 a.C. Su presencia era una forma de propaganda política para César. Trataba de competir con los animales salvajes que Pompeyo había presentado en su propio espectáculo. En concreto, la jirafa era símbolo de su victoria en Egipto y de la derrota de Pompeyo en la batalla de Farsalia en 48 a.C.
El animal era completamente desconocido en Roma y, por eso, se creyó que era un cruce de camello y leopardo y se le dio el nombre de camelopardo.
La primera venatio, celebrada en Roma, de la que se tiene noticia fue sufragada por Fulvius Nobilior, en 186 a.C. Se trataba de celebrar el éxito de las campañas militares que habían llevado a la derrota de Cartago y a la expansión de la influencia romana por el Norte de África y Asia Menor. En el curso de este primer espectáculo protagonizado por animales, se utilizaron leones y leopardos traídos de los territorios recién conquistados.
Sulla tuvo el honor de presentar el primer combate de leones con melena en Roma, en el año 93 a.C. Se trataba de un regalo de Boco, rey de Mauritania.
Hacia el final del imperio los leones y los leopardos se hicieron mucho menos frecuentes en los espectáculos a consecuencia de las propias venationes, que provocaron un descenso muy significativo del número de animales salvajes en las zonas en las que se capturaban tradicionalmente.
La presencia de los osos en espectáculos se remonta a la antigua Grecia, donde solían exhibirse animales adiestrados. La primera evidencia de algo semejante data del siglo IV a.C. Estos espectáculos junto al desfile de bestias salvajes organizado por Ptolomeo II, poco después, servirían de base para el desarrollo de las venationes romanas.
Los osos en los espectáculos romanos trataban de representar el control del ser humano sobre la Naturaleza. Aunque se utilizaron en los primeros años del imperio - Nerón acabó en un solo espectáculo, con 300 leones y 400 osos- fueron más frecuentes hacia el final de la época romana, cuando animales más comunes sustituyeron a las bestias exóticas.
El primero de los emperadores romanos, Octavio Augusto, utilizó los espectáculos de bestias salvajes, al igual que sus predecesores republicanos, para hacer propaganda de sus más recientes conquistas militares y de sus próximos intereses.
En este sentido, Augusto presentó tigres en la arena, por primera vez en Roma, para advertir sobre su inclinación hacia el subcontinente indio.
Los emperadores posteriores, también incluyeron estos animales en los espectáculos que promovieron para festejar y conmemorar, victorias, aniversarios y todo tipo de celebraciones. Algunos, como Claudio dejaron constancia hasta de su captura y posterior traslado a Roma. En este sentido, las fuentes antiguas recalcan que los emperadores romanos preferían los tigres jóvenes sobre los adultos.