los Mitos

Gigantomaquia


El león de Artemisa devora la cabeza de un gigante en el friso del Altar de Zeus en Pérgamo.

La lucha entre los Gigantes y los dioses olímpicos fue uno de los relatos desestabilizadores del orden cósmico más importantes de la tradición griega. Su narración se extendió desde la más remota antigüedad hasta época helenística por todo el mundo heleno, tanto en relatos literarios, como escultóricos o pictóricos.

Los Gigantes eran hijos de la Tierra, Gea, que los había engendrado con unas gotas de sangre derramadas por Urano tras su castración. En la antigüedad, su apelativo hacía referencia a su violencia irreflexiva más que a su tamaño.

Los hijos de Gea se enfrentaron a Zeus y al resto de los dioses a consecuencia de que éste hubiese expulsado a los Titanes, también hijos de la diosa y Urano, al Tártaro. Para hacer frente a la rebelión de los Gigantes, los dioses tuvieron que solicitar la ayuda de un mortal que asestase, con sus flechas, el golpe de gracia a estas criaturas. Atenea eligió a Heracles para desempeñar esta misión ya que el héroe era un arquero excepcional, casi semejante al dios Apolo.

Zeus y su hija Atenea, con la inestimable ayuda de Heracles, dieron muerte a los dos gigantes más peligrosos, Porfirión y Alcioneo respectivamente. Zeus lanzó un rayo contra su contrincante, mientras Atenea sacó al suyo de su tierra natal, Palene, que lo hacía invencible.

 

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