Colecciones y coleccionistas


Busto de Pericles. Siglo V a. C. Museo Arqueológico –Nacional de Atenas
Torso Belvedere. Siglo I d.C.
Museo de Reproducciones Artísticas de Bilbao

Durante el Renacimiento, todos los palacios romanos contaron con una colección de antigüedades que contribuyó a extender el prestigio familiar a lo largo y ancho de Europa. De pronto, Roma se encontró inmersa en constantes excavaciones que sacaban a la luz todo tipo de estatuas antiguas.

Esta proliferación de obras tridimensionales contribuyó a ampliar los horizontes de la producción artística del momento. Los artistas vieron como su libertad crecía tanto en los contenidos como en las formas, dejándose influir directa o indirectamente por aquellas piezas que, en ocasiones, incluso aparecían mencionadas en los textos clásicos.

Casi todos los artistas del momento tuvieron acceso a estas colecciones, patrocinadas con especial interés por la Iglesia de Roma. Los pontífices y los cardenales Cesi, Andrea della Valle, Ipolito d’Este o Farnese vieron como sus colecciones pronto adquirieron prestigio internacional, apoyadas por los ilustradores y grabadores de la época que publicaron auténticas guías de la belleza clásica que podía contemplarse en la ciudad eterna.