El impulso definitivo para la difusión de las colecciones de estatuaria clásica conservadas en Italia se dio a partir del siglo XVII, momento en el que los jóvenes europeos, especialmente británicos, comenzaron a completar su educación con un viaje de aprendizaje, conocido como Grand Tour.
El itinerario comprendía varios países europeos, pero prestaba especial atención a Italia, lugar en el que habían de visitarse, no sólo las colecciones de escultura antigua, sino también la Academia Francesa en Roma que reunía el conjunto más impresionante de reproducciones de estatuaria antigua de toda Europa.
Durante el siglo XVIII, cada vez más jóvenes pudieron costearse este viaje cultural y, poco a poco, las mujeres comenzaron también a participar en él. A los destinos ya habituales, Francia, Italia, Alemania y Suiza, se les añadió Grecia que era prácticamente ignorada en el siglo anterior y, lentamente, las ruinas del pasado comenzaron a tomar protagonismo en los estudios artísticos y en la valoración de ese mismo pasado.