El retrato es un género artístico que, durante siglos, ha tratado de superarse intentando captar la esencia de los individuos en sus formas sensibles. En sus rostros, cuerpos, poses, atuendos e incluso a través del marco escénico en el que son representados, pueden leerse las personalidades, aspiraciones y debilidades de cada uno de ellos.
Como parte de cualquier retrato, la belleza y la fealdad han sido utilizadas por los artistas como medios de transmisión de ideas y conceptos que se desplazan hacia la esfera de lo psicológico. Así, la belleza se ha visto como encarnación de lo bueno, de ciertos valores éticos, acordes a los ideales de cada época. Lo feo, por el contrario, ha sido, en todas las épocas, sinónimo del vicio, de la debilidad y de la corrupción moral.