A pesar de que el arte y el pensamiento occidental basan buena parte de su ideal de belleza en los parámetros fijados por el arte griego clásico, hace unos dos mil quinientos años, el redescubrimiento consciente y científico de la escultura clásica no se produjo hasta que la Ilustración, á partir del siglo XVIII, sentó las bases de la Historia del Arte.
Desde el siglo XV, el Renacimiento, especialmente en Italia, vio crecer el interés por los textos y las obras antiguas. Las más importantes familias romanas promovieron numerosas excavaciones amateurs en busca de estatuas que pudiesen rivalizar en belleza con las de sus competidores en la escena cultural. Las colecciones de los potentados se guiaron más por interés estético que por una verdadera búsqueda de la calidad técnica y artística de las obras.
Sin embargo, a partir de las décadas finales del del siglo XVII, el nuevo pensamiento científico, el interés creciente por Italia, por su herencia cultural y sus vestigios arqueológicos y la curiosidad incipiente por conocer las ruinas griegas, hicieron que artistas y pensadores comenzasen a sistematizar sus conocimientos de la antigüedad.